LA LITERATURA  MAYA
Los mesoamericanos emplearon la escritura para fines prácticos como el registro de tributos, de los sucesos de la vida diaria, de los hechos de guerra o de las actividades industriales y mercantiles; pero también se valieron de ella para expresarse artísticamente a través de la literatura, lo mismo en prosa que en verso.
 
La literatura indígena se caracteriza por la riqueza de sus metáforas, por la variedad de formas gramaticales y la preocupación por cuidar la métrica en sus composiciones. Además de su interés por la literatura religiosa, utilizaron para preservar hechos históricos, sus creencias y costumbres, así como su vida familiar.
La poesía era una forma literaria que muchos agradaba en muchas civilizaciones indígenas, tanto que los poetas, considerados buenos oradores y expositores, eran sumamente estimados en las sociedades mesoamericanas.
 
De la literatura maya también se tienen documentos; desde luego los Libros del Chilam Balam, que en realidad son registros de acontecimientos conjuntados por sacerdotes de algunas poblaciones, entre éstos se cuentan los de Chumayel, Sotuta, Maní, y Peto. Algunos de ellos, como los de Maní y el de Chumayel, muestran un gran mérito literario. Otro importante documento de la literatura maya es el Popol Vuh, libro sagrado de los quichés y que ha sido consultado por muchos estudiosos para conseguir información acerca de los mayas. 

Si los dioses cifraron el cosmos para que los hombres leyeran en él su historia y su porvenir; para que se enorgullecieran de su linaje divino y su vocación sagrada, los mayas, poseedores de la sensibilidad del artista y el don del mago, lograron descifrar el lenguaje de los dioses: conocieron el poder de la palabra y la seducción de las texturas, y dejaron también su testimonio en la Tierra; labraron una escritura a partir de la Escritura -aquélla que trazaron los dioses- en la piedra -la de sus estelas y edificios- el estuco, la fibra de papel amate de sus códices, los laberintos del caracol, los aros del juego de pelota, los dinteles de madera, las joyas, los utensilios de cerámica, e incluso la bordaron en sus vestidos. La poesía impregna prácticamente todos sus escritos: es profunda, mística, y está poblada de imágenes de fuerte carga simbólica, como puede apreciarse en el poema citado contiguamente.

Tristísima estrella
adorna los abismos de la noche;
enmudece de espanto en casa de la tristeza.
Pavorosa trompeta suena sordamente
en el vestíbulo de la casa de los nobles.
Los muertos no comprenden, los vivos
comprenderán.

Toda luna, todo año, todo día, todo viento
camina y pasa también,
así toda sangre llega al lugar de su quietud,
como llega a su trono y poder...

Cantando tocaré
el armonioso, sonoro instrumento.
Vosotros, fascinados por las flores,
danzad y alabad al Dios omnipotente.
Gocemos de esta breve dicha,
porque la vida es sólo un momento fugaz.

(Poema maya traducido por Antonio Médiz Bolio)

La literatura estaba al servicio de la religión, pues la relación con la divinidad fue para los mayas prehispánicos el eje de la vida comunitaria. Así, al igual que la ciencia y otras disciplinas, el arte se concebía más como una expresión de lo sagrado que como una forma de creación personal o colectiva. La escritura misma era sagrada, y sólo la conocían unos cuantos hombres, por lo general sacerdotes, a quienes les eran revelados los designios de los dioses y las leyes divinas que mantenían el orden cósmico.

Así, los libros fueron objeto de veneración. En aquel entonces, los textos sagrados se leían en los rituales y ceremonias litúrgicas para que la comunidad fuera consciente del sentido de su existencia, tal como hoy sucede con los libros de otras religiones, como la judía o la católica. Además, eran anónimos. A nadie se le habría ocurrido firmar su obra, pues los autores no eran vistos como tales, sino como meros transmisores de la voluntad divina y de la herencia espiritual de su pueblo.

Los mayas crearon una escritura pictográfica de alto colorido y sumamente compleja, acaso la más desarrollada de la América precolombina, y la plasmaron principalmente en códices -libros de papel amate doblados en forma de biombo- a los que los mayas yucatecos llamaban anahte. De éstos, sólo sobreviven tres: el Dresdensis, el Peresianus y el Tro-Cortesianus, conocidos también como códices de Dresde, París y Madrid, respectivamente, por ser las ciudades donde actualmente se encuentran; estos códices contienen, básicamente, información sobre los primeros conocimientos astronómicos y la invención del calendario. En cambio, hasta la fecha existen cientos de textos en piedra y en estuco, muchos de ellos sin descifrar.

Con la Conquista se perdió el conocimiento de la escritura maya; probablemente, lo que hoy conocemos como literatura maya habría desaparecido también de no haber sido por algunos nobles educados por frailes españoles, quienes se dieron a la tarea de preservar su historia, sus tradiciones y creencias religiosas escribiéndolas en su lengua materna, pero con el alfabeto latino. Esto sucedió en toda el área maya a lo largo del siglo XVI, cuando surgieron libros indígenas en las comunidades de Guatemala, Chiapas, Yucatán y Tabasco.

De esta vasta producción, pueden distinguirse dos tipos de libros: los que fueron escritos con fines legales, y los que se convirtieron en los nuevos libros sagrados. Los primeros sirvieron a los indígenas mayas como títulos de propiedad de las tierras heredadas por sus antepasados; en ellos se estableció el origen de los principales linajes y se narraron los acontecimientos más importantes de cada pueblo. No obstante, los autores desvirtuaron con frecuencia su propia historia, mezclándola con la de los hebreos, a fin de mostrar a las autoridades españolas que habían asimilado las enseñanzas de los frailes.

Pero, a pesar de que, al menos en apariencia, los mayas habían decidido convertirse al catolicismo, hubo otros textos nacidos de la necesidad de conservar la religión, las costumbres y la herencia mística prehispánicas; en ellos se recogieron los mitos cosmogónicos, buena parte de la tradición oral viva hasta entonces, y los principales acontecimientos del momento. Estos libros se leían en las ceremonias religiosas secretas de los mayas, prohibidas durante la Colonia y castigadas con pena de muerte para todos los participantes. Por ello, fueron celosamente guardados por las principales familias de cada comunidad y heredados de padres a hijos.

Ésta fue la razón de que su existencia permaneciera oculta hasta el siglo XVII, cuando algunos de estos textos fueron hallados por destacados estudiosos de la cultura maya. Los más importantes y conocidos son el Popol Vuh de los quichés; el Memorial de Sololá -conocido también bajo el título de Anales de los cakchiqueles- y los libros del Chilam Balam de los mayas yucatecos, de los cuales el más conocido es el Chilam Balam de Chumayel.

Literatura Maya
 
             
 

La poesía.

Tumben ikt'anil ich maya t'an, Poesía contemporánea en lengua maya, escrito por el catalán Jaime B. Rosa, recoge poemas de Briceida Cuevas Cob, Margarita Ku Xool y Alfredo Cuevas Cob, entre otros escritores indígenas de esta entidad.

De este grupo, quien más destaca es Briceida Cuevas Cob.En su libro U yokól auat ti u kuxtal pek, El quejido del perro en su existencia -conjunto de nueve poemas- la autora nos presenta una similitud entre el indígena y el perro común, golpeado, menospreciado y echado de un templo. Afirma que, semejante trato al perro común, es el mismo que recibe el indígena en estamentos sociales, en donde el racismo es práctica cotidiana. El tema principal de este conjunto de poemas es la marginación y la discriminación racial.

La narrativa.

En este género literario participa quien escribe la reseña de la literatura maya contemporánea. En Mukult'an in nool, Secretos del abuelo -compendio de relatos y ceremonias transmitidas por el padre de mi madre, don Gregorio Pech- se describen y narran los testimonios sobre prácticas ancestrales que mi abuelo consideraba -y considero yo- que no se deben perder.

Don Gregorio Pech, descendiente de la cultura maya, había salvaguardado conocimientos ceremoniales, mitos, relatos, consejas y leyendas que heredó de sus antepasados, a través de la tradición oral. Esta herencia mítica y literaria me la transmitió en un lenguaje poético que él recogió de quienes lo iniciaron en el conocimiento y práctica de estas enseñanzas. Once generaciones a él las habían mantenido sigilosamente ocultas. Se relataban y practicaban, previa selección rigurosa, a quien habría de mantenerlas vivas a través de la oralidad. Asimismo, se cuidaba de contar con la discreción y el silencio temporal de aquellos discípulos que, luego de superar penas y dolores de diversa magnitud, aprenderían los conocimientos para las prácticas de rituales y ceremonias de iniciación.

En consecuencia, el contenido de los Secretos del abuelo se inscribe en el marco del rescate y resurgimiento de la literatura maya y de nuestro tiempo, que mantiene y preserva la cosmovisión y la cultura de los mayas de la península de Yucatán. Aunque los relatos se me transmitieron durante mi infancia y adolescencia, pude recopilarlos -conservando su fidelidad originaria- a la edad de dieciocho años.

 

 
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